Tengo la fortuna de haber nacido y pasado la mayor parte de mi vida en la ciudad que da origen al nombre del periódico donde se publica este artículo; Pereira es hoy, una ciudad reconocida por la calidez de sus habitantes, esos que muchas personas califican como muy amables. Es Pereira la llamada ciudad sin puertas, y más que no tener puertas físicas, es para mi, una ciudad en la que sus habitantes no ponen ninguna barrera emocional para recibir a otros y tratarlos como propios. Así que es frecuente y común para quienes vivimos en esta parte del país el saludar y despedirse con familiaridad al entrar y salir de un ascensor – lo que podría ser la peor pesadilla para muchos en un edificio de más de diez pisos – dar los buenos días al ingresar a un recinto atestado de personas, y por supuesto, dar siempre las gracias al recibir un servicio o ayuda de parte de otro, usted también lo hecho ¿cierto?.
No obstante, me he detenido a pensar en ¿qué tanto lo que puede ser un comportamiento cultural positivo, se ha convertido simplemente en un acto automático y carente de su verdadera esencia?; en nuestro actuar permanente, alrededor del 97% de nuestras ejecuciones se dan en el plano de la metaconsciencia y dentro de este porcentaje, cada vez con mayor frecuencia se encuentra la palabra gracias y la acción de valor que le antecede. Dar las gracias es la manera en la que los seres humanos manifestamos de manera abierta y sincera nuestra gratitud, esa formidable emoción que implica tomar consciencia de las cosas buenas que recibimos, apreciarlas dándoles valor y, por lo tanto, reconocerlas a quien nos las brinda, ¡ciertamente la gratitud nos hace más humanos!
Los avances tecnológicos nos han permitido una mayor comprensión del cerebro y sus pautas de funcionamiento, en diferentes estudios, las imágenes de resonancia magnética que han permitido mapear los circuitos neuronales asociados a la gratitud, han mostrado como se activan las áreas de recompensa ubicadas en un sistema denominado límbico, también conocido como el cerebro mamífero, encargado entre otras funciones de aportarnos la emocionalidad y especialmente, la capacidad de ser empáticos; en consecuencia, cuando sentimos y expresamos nuestra gratitud, no sólo somos conscientes del valor de las cosas por sencillas que parezcan, sino que estamos activando nuestro propio bienestar a través del centro de recompensa, ciertamente contamos con un mecanismo biológico que premia la bondad y el agradecimiento. La gratitud entonces beneficia tanto a quien la recibe, como a quien la manifiesta.
No obstante, a diferencia de otras emociones, la gratitud no aparece como un impulso simplemente. La gratitud que se deriva del amor como emoción primaria, exige que la persona cuente con un fuerte sistema de valores éticos, en donde los conceptos de dar y recibir desinteresadamente estén plenamente desarrollados, además de una renuncia a la postura egocéntrica frente a la vida, en la que algunos creen merecerlo todo por el simple hecho de existir. La gratitud no es propia de jóvenes y adultos que han vivido en el exceso de gratificaciones, razón por la cual, no han aprendido a valorar lo que otros les aportan y menos aún, valorar las pequeñas grandes cosas de la vida, como un amanecer, el saludo amoroso y desinteresado de una mascota o un abrazo entre miles más.
Las personas que practican la gratitud se tornan más optimistas y se sienten más complacidas con su vida, logrando una mayor conexión afectiva con otros; en los adolescentes está vinculada al sentirse a gusto con la vida, ser más optimistas y tener la capacidad de establecer mejores redes sociales.
¿Cómo podemos entonces desarrollar nuestra gratitud?, si bien es cierto, hay muchas herramientas disponibles como estar atento a los pequeños detalles cotidianos de nuestras vidas, ser más proclives a evidenciar lo bueno que lo malo, y claro está pronunciar con mayor frecuencia la palabra gracias; estas como acciones aisladas podrían no cumplir con nuestro objetivo de activar el circuito neuronal de recompensa y bienestar. Así que le propongo lo siguiente, dedique un pequeño espacio al finalizar cada día, para de manera consciente, identificar y anotar las cosas por las que podría dar gracias ese día. Identifique momentos, eventos, personas o experiencias que fueron positivas y valiosas para usted y con ellas inicie un “Diario de la gratitud” que le permitirá anotar de manera constante aspectos positivos de su vida. Crear el diario es tan sencillo como escribir cada noche en un cuaderno dedicado a esta labor o usar una herramienta como la propuesta en el sitio thnx4.org de la Universidad de California, usted decide.
Este diario tendrá varios impactos positivos en su vida:
- Le ayudará enfocar su atención en los eventos positivos y situaciones amables y no en los negativos, este simple acto, incrementa de manera drástica la producción de serotonina un poderoso neurotransmisor asociado a la felicidad y el bienestar.
- La gratitud, al activar los mecanismos de recompensa, disminuye la ansiedad y el estrés, lo que también se traduce en una mejor calidad del sueño y beneficios para la salud a largo plazo.
- Le permitirá identificar a aquellas personas que día a día, marcan la diferencia en su vida, pudiendo fortalecer sus vínculos con ellas.
A partir de allí, incremente el nivel de gratitud con pequeños actos como llamar a alguien o enviarle un mensaje electrónico simplemente para decir «gracias». Escriba notas de agradecimiento y mejor aún si se toma un tiempo para escribirlas a mano y de forma personalizada, algunas veces podrán ser notas anónimas que feliciten o animen el día de otro – decía mi abuela, que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha – agradezca a personas que le dedican tiempo o se ofrecen a pagar por el total de una cuenta, pues están compartiendo con usted el tiempo que les tomó conseguir ese dinero, o encuentre su propia forma de ser grato; en mi caso, mi esposa y yo hemos decido que podemos demostrar la gratitud al enviar fotos digitales de flores que encontramos en el campo y evitar cortarlas para verlas morir, siendo también agradecidos con la naturaleza, y por favor, diga muchas más veces en el día la palabra gracias, pero hágalo siempre de manera consciente y dándole el valor que esta se merece. Definitivamente la gratitud es una de las emociones más poderosas que podemos poner en práctica a diario.
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Leonardo Gutiérrez Giraldo
Speaker, Trainer, Máster Coach, Máster en PNL – IANLP
Consultor Internacional certificado por la Universidad
del Rosario y BVQI
Dinámica Consultoría Empresarial
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